martes, 25 de agosto de 2009

Fuga.


Los unicornios están muriendo uno a uno, y no puedo hacer nada.
La ciudad y su violencia los matan y no lo soporto.
Rosario es hoy una ciudad violenta, pero no sólo en sus formas más conocidas, lo es hasta en los aspectos sutiles.
Una ciudad que se creyó industrial, pero que en realidad fue obrera, y hoy ni siquiera lo es, hoy no es nada.
Un grupo de artistas coterráneos triunfa en Buenos Aires y Rosario vive de sus glorias: “SON DE ACÁ” rezan los carteles. Cuando estuvieron ACÁ nadie los respetó ni alentó, al contrario, los expulsaron y hoy siguen haciendo lo mismo. Me dan asco burócratas culturales rosarinos.
La fuga es programada, por eso será real, no huyo despavorido y sin rumbo, no, estoy trazando el mapa, en cuanto lo tenga terminado; adiós y por favor olvídenme pronto; a la mayoría no les costará, pues ni siquiera saben quién soy.
No me busquen, pues pueden tener una sorpresa si logran encontrarme, si logran hacerlo en realidad en ese momento será cuando definitivamente me hayan perdido.
La ciudad tiene sus trampas y las utiliza, justo cuando estoy dibujando el mapa de la fuga, hace aparecer ante mí a la princesa buscada por muchos, muchos años.
La princesa no tiene la culpa, pero ya no soy el caballero andante, soy un despojo de aquel que muchas veces la buscó, a veces la encontró y todas la perdió.

Adiós a todos, traten de ser felices, pero recuerden que no hay fórmulas mágicas, creo que sólo se trata de amar y ser amado, pero como somos idiotas no nos damos cuenta y allí es cuando comienza nuestra perdición y allí es cuando matamos a los unicornios.

Solo tu, princesa, podrás encontrarme, pero claro, ya no seré yo quién te busque, tendrás que rescatarme. Si no lo haces no tendrás culpa alguna, hasta ahora ningún cuento de amor terminó al revés, este no tiene porque ser la excepción.

Adiós a todos.

A ti princesa, te esperaré hasta la eternidad, si es que existe.