martes, 18 de diciembre de 2007

Giordano Bruno


Giordano Bruno

“Me doy cuenta muy bien de que caeré en tierra muerto; pero ¿cuál vida puede igualar a esta muerte mía?” Tansillo.

Giordano Bruno (1548-1600), filósofo y poeta renacentista italiano, y fundamentalmente el Heraldo de la libertad de expresión del renacimiento; con proyección hacia cualquier época posterior. Había nacido Bruno en Nola, cerca de Nápoles. Su nombre era Felipe, pero adoptó el de Giordano al ingresar en la Orden de Predicadores (Dominicos); con estos frailes estudió la filosofía aristotélica y la teología tomista. Pensador independiente de espíritu inquieto “atormentado” lo considerarán muchos, abandonó la orden en 1576 para evitar un juicio en el que se le acusaba de desviaciones doctrinales e inició una vida errante que le caracterizaría hasta el final de sus días.

Vivió en Génova, Toulouse, París y Londres, donde residió dos años, desde 1583 hasta 1585, bajo la protección del embajador francés, Miguel de Castelnau. Fue el periodo más productivo de su vida ya que durante estos años escribió “La cena de las cenizas” (1584) y “Del Universo infinito y los mundos” (1584), así como el diálogo “Sobre la causa, el principio y el uno” (1584). En otro poético diálogo, “Gli eroici furori” (“Los furores heroicos”, 1585), realza una especie de amor platónico que lleva al alma hacia Dios a través de la sabiduría.

En 1585 Bruno volvió a París, y viajó después a Marburgo, Wittenberg, Praga, Helmstedt y Frankfurt, donde pudo arreglárselas para imprimir la mayor parte de sus obras. Por invitación del noble veneciano, Giovanni Moncenigo, que se erigió en su tutor y valedor privado, Bruno volvió a Italia. En 1592, sin embargo, Moncenigo, traicionándolo al no obtener lo que quería de Bruno (una revelación mágica para ser sabio en un instante, promesa que Bruno nunca le hizo), denunció a Bruno ante la Inquisición que le acusó de herejía. Fue llevado en un primer momento ante las autoridades vénetas, quienes podrían haber cerrado el caso sin consecuencias tan terribles para Bruno, pero ante los pedidos insistentes del Papa, es entregado a las autoridades romanas y encarcelado durante más de ocho años mientras se preparaba un proceso donde se le acusaba de blasfemo, de conducta inmoral y de hereje. Bruno se negó a retractarse y en consecuencia fue quemado en una pira levantada en Campo dei Fiori el 17 de febrero del año 1600. En el siglo XIX se erigió una estatua dedicada a la libertad de pensamiento en el lugar donde tuvo lugar el martirio.

Las teorías filosóficas de Bruno combinan y mezclan un místico neoplatonismo sin acarrear para Bruno la división dualista planteada por estos; y el panteísmo. Postuló el universo infinito, que Dios es el alma del universo y que las cosas materiales son las manifestaciones de un único principio infinito. Es decir que la suma potencia activa (infinita) no existiría sin la suma potencia pasiva (infinita), siendo no contrarios opuestos, sino necesarios, por ser en realidad uno solo, es decir, la potencia activa infinita (Dios) se despliega en la potencia infinita pasiva (la naturaleza), siendo una y la misma cosa. “Dios y la Naturaleza son una y la misma cosa”. Esta postulación invalida cualquier pensamiento trascendental y fija como lo único existente lo inmanente; y no sólo esto sino que esta inmanencia no es contemplativa o pasiva, sino que está en infinita consecución, nunca acabada, siempre en acto, en “de los heroicos furores” podemos leer: “...puesto que la felicidad de los dioses está descrita como producida por el beber y no por el haber bebido el néctar... Tienen la saciedad como un movimiento y aprehensión, y no como en quietud y comprensión; no están hartos sin apetito, ni tienen apetito sin estar, en cierto modo, hartos”.
Su pensamiento puede ser considerado como un sistema filosófico propio, ya que aunque encontremos rasgos de diversos sistemas filosóficos (en especial el neoplatonismo), las conclusiones a las que llega y las consecuencias de su reformulación no corresponden a ningún antecesor, es más, él es el antecesor de muchos sistemas que serán planteados en el futuro, es considerado, con acierto, un precursor de la filosofía moderna por su influencia en las doctrinas del filósofo holandés Baruch Spinoza y por su anticipación del monismo del siglo XVII.

Fragmentos:

Sobre la causa, el principio y el uno (fragmento) " Todo este orbe, esta estrella, no estando sujeta a la muerte, y siendo imposibles la disolución y la aniquilación en la Naturaleza, de tanto en tanto se renueva a sí mismo cambiando y alterando todas sus partes. No hay un arriba o abajo absolutos, como enseñó Aristóteles; ninguna posición absoluta en el espacio; sino que la posición de un cuerpo es relativa a las de los otros cuerpos. En todos lados hay un incesante cambio relativo de posición a través del universo, y el observador siempre está en el centro. " El Candelero (fragmento) " Contempla en la vela que lleva este candelero, a quien doy a luz, aquello que clarificará ciertas sombras de ideas... No hace falta que te instruya en mi creencia. El tiempo todo lo da y todo lo quita; todo cambia pero nada perece. Uno solo es inmutable, eterno y dura para siempre, uno y el mismo consigo mismo. Con esta filosofía mi espíritu crece, mi mente se expande. Por ello, no importa cuán oscura sea la noche, espero el alba, y aquéllos que viven en el día esperan la noche. Por tanto, regocíjate, y mantente íntegro, si puedes, y devuelve amor por amor. "

Extracto de la dedicatoria de la obra “160 artículos contra matemáticos”
“Nunca debe valer como argumento la autoridad de cualquier hombre, por excelente e ilustre que sea... Es sumamente injusto plegar el propio sentimiento a una reverencia sumisa hacia otros; es digno de mercenarios o esclavos y contrario a la dignidad de la libertad humana sujetarse y someterse; es suma estupidez creer por costumbre inveterada; es cosa irracional conformarse con una opinión a causa del número de los que la tienen... Hay que buscar en cambio siempre una razón verdadera y necesaria... y escuchar la voz de la naturaleza”