miércoles, 2 de septiembre de 2009

Abismo


Abismo
Necesitamos una base racional para nuestras vidas pero somos incapaces de conseguirla y, por ello, nuestra existencia es pasión inútil.
Estás frente a una decisión, te sientes agobiada y paralizada.
Somos seres que crean su propio mundo al rebelarse contra la autoridad y aceptar la responsabilidad personal de sus acciones, sin el respaldo ni el auxilio de la sociedad, la moral tradicional o la fe religiosa.
Quiero ayudarte, me preguntas si tengo fórmulas mágicas; nadie las tiene, no las tengo.

Estás frente al abismo.
Estoy a pocos pasos de ti, pero los suficientes para que no pueda impedir que te dirijas más allá; sólo puedo hablarte, suplicarte, gritarte; pero has decidido no escuchar, me oyes pero no quieres sentirme.
No quieres comprender que la percepción de una situación por parte de alguien que está involucrado en ella es más elevada que la del observador indiferente, objetivo.
Aquí creo necesario recordar la tesis del insondable danés; la angustia es la categoría fundamental que define la relación del ser humano con el mundo; y, por ello:

Frente al abismo, si escucharas, te diría que sostengo la distinción entre relaciones directas o mutuas, relación yo-tú o diálogo, en las que cada persona confirma a la otra como valor único; y, las relaciones indirectas o utilitarias, yo-él o monólogo, en las que cada persona conoce y utiliza a los demás, pero no los ve ni los valora en realidad por sí mismos.

Frente al abismo, si escucharas, te expresaría que, aunque sé que lo sabes, te distingo como un tú y como un yo.

Frente al abismo, si escucharas, opinaría que la existencia precede a la esencia y que nuestra existencia se caracteriza por la nada, es decir, por la capacidad para negar y rebelarse. Que la elección es, por lo tanto, fundamental en la existencia humana y es ineludible; incluso la negativa a elegir implica ya una elección.

Frente al abismo, si escucharas, te manifestaría que la radical realidad de la existencia, es aquello que está más allá de la vivencia, con lo cual poder intentar penetrar en lo que permanece oculto.
La experiencia vivida, la vivencia, nos ha llevado a dudar de nosotros mismos, a perder ilusión.
El acontecer de nuestra existencia desemboca en el desarrollo de rígidos esquemas y contradicciones que nos conducen a la disgregación, a la angustia existencial, a no podernos enfrentar con la vida.
Hay que poder recuperar la realidad existencial rompiendo esos rígidos esquemas, esas contradicciones, lo que nos devolverá la capacidad de elección que nos permitirá experimentar la originalidad de nuestra existencia.

Frente al abismo, si escucharas, te juraría que, como los individuos somos libres de escoger nuestro propio camino, tenemos que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir nuestro compromiso dondequiera que éste nos lleve.

Frente al abismo, si escucharas, señalaría que la angustia nos lleva a la confrontación con la nada y con la imposibilidad de encontrar una justificación última para la elección que tenemos que hacer.

Frente al abismo, si escucharas, expondría que la filosofía sistemática no sólo impone una falsa perspectiva de la existencia humana, sino que también, al explicar la vida en términos de necesidad lógica, se convierte en una manera de evitar la elección y la responsabilidad. Por ello sostengo que creamos nuestra propia naturaleza a través de la elección, que ha de hacerse sin el peso de normas universales y objetivas.
Como claramente lo expresó Kierkegaard en su Apostilla; el filósofo sistemático vacía su existencia de todo contenido concreto, reduciéndola a un abstracto y frío saber, preocupado sólo de sus esquemas: no se ama, no se obra; pero se sabe qué cosa es el amor, qué es lo ético, buscando cuál es el lugar que tales abstracciones ocupan en el sistema.

Frente al abismo, si escucharas, afirmaría que los problemas fundamentales de la existencia desafían una explicación racional y objetiva.

Si, a pesar de lo anterior, sigues frente al abismo decidiendo avanzar sin volver, escucha al menos mi última súplica; aplaza por unos instantes la marcha, deja que tome tu mano para, así juntos, precipitarnos.

martes, 25 de agosto de 2009

Fuga.


Los unicornios están muriendo uno a uno, y no puedo hacer nada.
La ciudad y su violencia los matan y no lo soporto.
Rosario es hoy una ciudad violenta, pero no sólo en sus formas más conocidas, lo es hasta en los aspectos sutiles.
Una ciudad que se creyó industrial, pero que en realidad fue obrera, y hoy ni siquiera lo es, hoy no es nada.
Un grupo de artistas coterráneos triunfa en Buenos Aires y Rosario vive de sus glorias: “SON DE ACÁ” rezan los carteles. Cuando estuvieron ACÁ nadie los respetó ni alentó, al contrario, los expulsaron y hoy siguen haciendo lo mismo. Me dan asco burócratas culturales rosarinos.
La fuga es programada, por eso será real, no huyo despavorido y sin rumbo, no, estoy trazando el mapa, en cuanto lo tenga terminado; adiós y por favor olvídenme pronto; a la mayoría no les costará, pues ni siquiera saben quién soy.
No me busquen, pues pueden tener una sorpresa si logran encontrarme, si logran hacerlo en realidad en ese momento será cuando definitivamente me hayan perdido.
La ciudad tiene sus trampas y las utiliza, justo cuando estoy dibujando el mapa de la fuga, hace aparecer ante mí a la princesa buscada por muchos, muchos años.
La princesa no tiene la culpa, pero ya no soy el caballero andante, soy un despojo de aquel que muchas veces la buscó, a veces la encontró y todas la perdió.

Adiós a todos, traten de ser felices, pero recuerden que no hay fórmulas mágicas, creo que sólo se trata de amar y ser amado, pero como somos idiotas no nos damos cuenta y allí es cuando comienza nuestra perdición y allí es cuando matamos a los unicornios.

Solo tu, princesa, podrás encontrarme, pero claro, ya no seré yo quién te busque, tendrás que rescatarme. Si no lo haces no tendrás culpa alguna, hasta ahora ningún cuento de amor terminó al revés, este no tiene porque ser la excepción.

Adiós a todos.

A ti princesa, te esperaré hasta la eternidad, si es que existe.

martes, 23 de junio de 2009

Soledad


Soledad, según algunas de las acepciones de un diccionario sería: “carencia de compañía”, “lugar desierto o tierra no habitada”, “pesar y melancolía que se siente por la ausencia de alguna persona o cosa”.
Según mi, quizás, escasa experiencia es una mezcla de las tres acepciones y –paradoja al fin- ninguna de ellas en forma individual o conjunta lo es.
Soledad es una dama incorpórea –no es una persona o una cosa- que está casi siempre acompañándome, que ocupa el vacío que otros llaman tierra desierta o no habitada que es mi alma y que al instante de manifestarse el tema único de conversación es el pesar y la melancolía más que por la ausencia de algo o de alguien por su propia presencia.
Melancolía, esa tristeza vaga y profunda que nos puedes llevar a la más cobarde y a la vez más valiente decisión.
Soledad es hoy.
Muchas veces me acompañó, pero no con esta intensidad, siempre estuvo jaqueada por los personajes de alguna de mis historias o por ese ser ausente en figura pero presente en mi mente y que me hacía conversar con ella pero teniendo por auditorio de nuestros diálogos a otro ser imaginario o no, pero siempre había alguien que la motivaba o la invocaba, en grados de dilución también he estado solo con mi mismo; pero esas eran soledades inexpertas y falibles, o la misma soledad pero aún niña o adolescente, no esta adulta de la cual les estoy hablando, infalible, segura de su victoria final.
Mis más cercanos coespecímenes no creen, en nada o en parte –no sé porque esta distinción siendo la parte causante de la nada- de lo que diga o haga. Soledad sabe que no miento, justo allí reside su poder, sabe que el único tú es ella, teniendo la exclusividad de estar dentro del diálogo y excluyendo a todos los demás, que justamente por ser eso “los otros” nunca son un tú o un vos sino un ellos o ellas. Ahora bien parecería como si hubiera algún tú al que le estoy escribiendo de ella, Soledad, entonces ella es la que está fuera del diálogo, las apariencias engañan, y una de las más utilizadas por vos para que no te reconozca cuando llegas es esta, la de parecer que hablo de ti y no contigo. Hoy estamos vos y yo, nadie más; ella, ellos o ellas estarán acompañados o creyendo estarlo, pero no están aquí, y me pregunto ¿serás una sola para todos o son tantas como seres hay en este mundo?, ya te lo pregunté muchas veces, nunca respondiste.
Soledad, no eres agradable, no te quiero, ni te amo, ni siquiera te puedo odiar; te padezco. La melancolía que me produces vacía mi alma y la convierte en una tierra desierta, donde ya ni siquiera existe la posibilidad de que seas inspirada por la ausencia de alguien, ya que sería una presencia ausente esa ausencia, no, Soledad, hoy has llegado a tu máximo esplendor, hoy me has vaciado de toda esperanza.